A principios de octubre de 1850, varios periódicos españoles daban a conocer una triste noticia. En el Diario Constitucional de Palma de Mallorca, una sentida nota relataba lo siguiente:
“SUICIDIO. La ciudad de Santiago de Compostela acaba de ser teatro de una de esas catástrofes tan comunes por desgracia en la época actual. Un jóven habanero confinado á ella por la autoridad de la isla de Cuba, acaba de levantarse la topa de los sesos de un pistoletozo. Dícese que cuatro dias antes anduvo despidiéndose de sus amigos, y comunicándoles que de un dia á otro se arrancaria la vida, palabras que todos tomaban como hijas de su carácter extravagante y calaveresco, sin que mereciese el mas pequeño crédito”.
La vida y la sensibilidad de un joven criollo
Se trataba de José Ricardo Fresneda, un joven poeta que había nacido en 1830, en Melena del Sur, parte de la región más occidental de Cuba. Juan Clemente Zenea lo describía como un chico hermoso, de alta estatura y ojos color verde mar. También se destacaba por sus finos modales y su sensibilidad. Para entonces, había alcanzado cierto reconocimiento en las letras, a través de periódicos como el Faro Industrial y El Artista. Sin embargo, no pudo sobrellevar el hecho de estar lejos de su familia, y de cierta joven de la que estaba enamorado. Ignoramos el nombre de la misma, pero sus iniciales eran A. C. L. Antes de morir, escribió varias cartas y unos versos de despedida dirigidos a la misteriosa señorita.
En Cuba, Fresneda había sido estudiante de Derecho de la Universidad de La Habana. Contaba poco más de 17 años cuando fue acusado ante la denominada Comisión Militar ejecutiva y permanente. El motivo fue la publicación de una composición poética en el periódico La Aurora de Matanzas, que escapó a la censura de imprenta. En sus versos abogaba por el fin de la dominación española. Algunos afirman que la sentencia fue la muerte, pero pronto sería conmutada por la del exilio. Otros, que por su juventud no llegó a ser juzgado, pero el gobierno decretó la expulsión. En todo caso, Fresneda, tras ser despedido en el muelle por una comitiva de amigos y conocidos, nunca volvería a pisar su terruño. Sin embargo, se convirtió en un símbolo para la libertad de Cuba.

El ámbito político a mediados del siglo XIX
Muchos jóvenes cubanos, en particular los estudiantes, eran conscientes de que el gobierno español se sostenía por la fuerza. Por entonces, se notaba una gran ebullición separatista y algunos contemplaban como alternativa la anexión a los Estados Unidos. Pocos meses antes, había tenido lugar la invasión de Cárdenas, protagonizada por Narciso López, quien hizo ondear por primera vez en nuestro suelo la actual enseña nacional. Sin embargo, a pesar del descontento político, la Isla sorprendía por su prosperidad y opulencia. Para algunos peninsulares que la visitaron por entonces, como José María Andueza, era “el país más floreciente del mundo”. Esta realidad contrastaba con la esclavitud y las diferencias sociales en su trasfondo.
Los españoles, en su mayor parte, deseaban que Cuba mantuviera sus lazos con la Corona. Sin embargo, algunos eran auténticos liberales y se oponían el régimen instaurado en la Isla desde la época de Miguel de Tacón (1834–1838). Lo cierto es que Miguel se había destacado por sus medidas arbitrarias y las restricciones impuestas a las libertades públicas, obligando al exilio a criollos ilustres, como José Antonio Saco. Por otra parte, la década de 1840 fue de particular represión, sobre todo durante el gobierno de Leopoldo O’Donnell, tristemente célebre por su proceder ante la presunta Conspiración de la Escalera. En 1851, un año después de la muerte de Fresneda, en un medio de prensa español, El clamor público, veía la luz un interesante análisis:
“En la época que alcanzamos no basta decir que un pueblo se halla contento con su gobierno; es preciso probarlo con hechos prácticos. Las interesadas alabanzas de los que adulan al poder público, y la humilde resignacion de unos ciudadanos que carecen de tribuna, de imprenta y de otras garantías, nada prueban en favor de un sistema de gobierno, aunque domine favorecido por una paz profunda. Al contrario, siendo la vida política el distintivo principal de la civilizacion moderna, la aquiescencia uniforme y silenciosa de un pueblo adelantado en las ciencias, las artes y el comercio, es señal cierta de general descontento, tanto mas temible, cuanto mas forzados se hallan los ciudadanos á encubrirse con la máscara hipócrita de una lealtad que no sienten en el corazón”.

Sin embargo, las autoridades seguían insistiendo en que la Isla se encontraba en completa tranquilidad. Para ello se valían de los medios de prensa que tenían a su servicio, como el Diario de la Marina. En España, también había periódicos que secundaban la postura oficial y denigraban cualquier intento de cambio político. En esta etapa, ante los planes insurreccionales que se fraguaban desde los Estados Unidos, el Capitán General Gutiérrez de la Concha había organizado un desfile del cuerpo de voluntarios, al que también acudió la población. El hecho se quería presentar como una muestra multitudinaria de apoyo al gobierno español. El periódico madrileño La Fe elogiaba la concurrencia y, según palabras del articulista, los “¡vivas! incesantes de todo un pueblo á una autoridad querida”.
La estrategia del gobierno español
Incluso, el texto terminaba con una muestra tanto del entusiasmo como de la ceguera de los políticos, o de la hipocresía: “Cuba española es el Gibraltar de la América, lo hemos dicho una y mil veces: Cuba en nada puede temer y nada teme, venga el aire de donde viniere: Cuba en masa lanza hoy mas decidida que nunca el grito noble, entusiasta, sagrado de ¡VIVA ESPAÑA!”
Sin embargo, tales discursos no cambiarían el curso de la historia. Tampoco representaban el sentir del pueblo, a pesar de la manera burda en que el gobierno manipulaba la opinión pública. Aunque la cuestión de la nacionalidad tenía un importante peso, muchos se oponían al sistema político en sí. Las facultades omnímodas de los capitanes generales y el clima represivo imperante, resultaban más palmarios frente al influjo y el modelo democrático republicano de los Estados Unidos. El poder de España en la Isla había durado más de trescientos años, pero ya se avizoraba su fin, como ocurre con todo sistema político.
Los estudiantes universitarios frente al poder
Entre los estudiantes, hubo otras muestras significativas de descontento. En mayo de 1851, dos jóvenes que cursaban la carrera de Filosofía habían colocado un dibujo de la bandera de Narciso López, junto a rótulos independentistas, en la entrada de la biblioteca universitaria. Ambos fueron expulsados de la Isla, si bien se les permitió continuar sus estudios en España. Uno de ellos, Cirilo Ponce de León, lo hizo precisamente en la Universidad de Santiago de Compostela; mientras que Cirilo Morell se matriculó en la de Barcelona.
Para concluir, es bueno recordar que el poema publicado por José Ricardo Fresneda en La Aurora parecía una inocente declaración amorosa. Estaba dedicada “A Lesbia”, según rezaba su título. En realidad, las primeras letras de cada verso formaban un acróstico: “LIBERTAD VUESTRA PATRIA, HIJOS DE CUBA”.

Fuentes bibliográficas /documentales
Andueza, J M. (1841). Isla de Cuba pintoresca, histórica, política, literaria, mercantil e industrial. Recuerdos, apuntes, impresiones de dos épocas. Boix. Copia facsimilar disponible en: Internet Archive
Gil, G. (Ed.) (22 de agosto de 1851). Sección política. El clamor público.
Guasp, J (Ed.) (5 de octubre de 1850). Valencia 20 de setiembre. Diario constitucional de Palma de Mallorca.
Marsiske, R. y Alvarado, L. (1999). Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina. Universidad Nacional Autónoma de México.
Morales y Morales, V. (1901). Iniciadores y primeros mártires de la Revolución Cubana. Imprenta Avisador Comercial.
Terreno, A. (Ed.) (30 de mayo de 1855). Habana 25 de abril de 1855. La Fe.
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