El narcisismo en la historia: un episodio que nos cuenta María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlín (1789–1852)

El término de “Narcisismo” comenzó a emplearse en el campo de la Psicología entre fines del siglo XIX y principios del XX. Actualmente, se encuentra muy en boga, sobre todo en el argot de las personas jóvenes y en el ámbito de las relaciones de pareja. En realidad, para calificar a alguien como narcisista, desde el punto de vista científico, se requeriría un diagnóstico psicológico. Aun así, resulta interesante constatar que en diferentes épocas, lugares y situaciones, ciertos hombres y mujeres han mostrado comportamientos que apuntan a este tipo de trastorno. Y lamentablemente otro(a)s han sido sus víctimas.

María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, más tarde Condesa de Merlín, era hija de María Teresa Montalvo, Condesa de Mopox y de Jaruco. Ambas se distinguían por ser bellas e inteligentes criollas, nacidas en La Habana. Vivieron varios años en Madrid, en la época de Carlos IV y de la Ocupación Francesa (1808–1814). Puedes leer aquí como fue su relación, tras más de una década separadas durante la niñez de María de las Mercedes en Cuba: La Condesa de Jaruco y la Condesa de Merlín: crónica de un acercamiento filial.

O si te interesan los relatos de amor, resultó escandalosa la relación de la de Jaruco con José Bonaparte: Los amores de José Bonaparte con una aristócrata cubana: la Condesa de Mopox y de Jaruco.

En esta ocasión, dejaremos hablar a la propia protagonista de los hechos, la Condesa de Merlín, quien contó en sus Memorias esta vivencia que tuvo cuando aún era poco más que adolescente. El Marqués de Serrano, tras cortejarla varios meses, había logrado que se enamorara de él y se comprometiera para contraer matrimonio, pero entonces cambió completamente de conducta. Vamos, lo que llamaríamos en la actualidad un “love bombing” en toda regla, pero que data de hace más de 200 años. Un detalle es que no ha existido nunca un marquesado de Serrano, lo que indica que la Condesa no quiso revelar la identidad real del hombre que tanto daño le causó, y con quien estuvo a punto de casarse. 

Quizás parezca obvio, pero por más que los tiempos cambien, se transformen las sociedades o evolucione la tecnología…, nuestros sentimientos y emociones, como seres humanos, siguen siendo similares:

De Memorias y recuerdos de la Condesa de Merlín

Así fue que, a pesar de los prudentes consejos de mi madre, quise aprovechar la libertad en que me había dejado, y persistí en casarme con el marqués de Serrano; y esta voluntad, que aunque todavía niña, tomaba yo como si fuera la voz del destino, me arrastró hasta los bordes del precipicio. Mi incomparable madre consintió en que me uniese a Serrano; pero con la condición de retardar el enlace algunos meses; mientras tanto le permitió visitarnos todos los días. El trato quedó ajustado, y los preparativos del matrimonio se principiaron como si se hubiera de efectuar al día siguiente.

Retrato titulado “Mercedes, la belle creole”, tomado de García–Lapuerta, A. (2014), y cortesía de Jacques Mercier du Paty de Clam.

El marqués de Serrano, enamorado y hombre diestro, supo desde luego valerse de su experiencia para cautivar un corazón candoroso; esto le era tanto más fácil; cuanto que podía ocultar sus defectos bajo el velo peligroso del cariño. Pero su carácter no tardó en manifestarse a pesar suyo; su corazón frio jamás comprendía nada, un sentimiento delicado era siempre transformado por él en una idea. vulgar, y una expresión afectuosa o apasionada la interpretaba en un sentido burlesco o material. Celoso y demostrando enojo a menudo, solía pasarse una semana entera sin hablarme, y aunque se calmara su cólera, yo quedaba ignorante del motivo que la había producido. Los ruegos y hasta las lágrimas eran ineficaces para atraerle de nuevo.

Frio como una roca, hinchado de amor propio, insensible a toda emoción de ternura, parecía ponerse a calcular el efecto que su conducta producía en una criatura a quien afligía extremadamente, y cuando juzgaba que la prueba era suficiente, fingíase adolorido y trataba de contentarme indirectamente con alguna jocosidad, o con una demostración de afecto, estéril como el terreno que la produjera, para la cual le prestaba mi sensibilidad todo lo que en sí no tenia sin que él lo advirtiese. De esta suerte mi vida se convertía en verdadero suplicio, y ya empezaba a pagar caro la resistencia que opuse a los consejos de mi madre. ¿Pero de quién podía quejarme? ¿Mi terquedad no me había comprometido, por decirlo así, a responder de él? Procuré, pues, armarme de valor e identificar, si dable fuera, mi carácter con el suyo: mas yo no podía ver en el porvenir, y ya me consideraba desgraciada.

La duquesa de O…. daba un baile al cual debíamos concurrir. Mi madre se hallaba un poco indispuesta, pero la duquesa insistió de tal manera en que fuésemos, que mi madre consintió, contra su costumbre, en enviarnos con mi tía. Serrano estuvo en mi casa la víspera y con aire muy contrariado me dijo:

—No vaya usted a ese baile, no me gusta verla a usted en las diversiones, y confío en que usted me ahorrará esa pena.

—Pero mi madre ha prometido enviarnos con mi tía, y estoy cierta de que no querrá faltarle a la Duquesa de O….que tanto la aprecia, y que hoy le ha escrito de nuevo sobre esto; temo….

—Como a usted le parezca: vaya usted al baile si tiene gusto en ello, mañana nos veremos.

—No, no; puedo asegurarle a usted ahora que estaría muy fastidiada en él.

—Como su mamá de usted no sale, yo había pensado que pasáramos aquí la noche haciéndole compañía, y al efecto vendría temprano.

—Muy bien, no iré al baile.

Y me di tal maña, que mi hermana partió con mi tía y yo me quedé en casa.

La Condesa de Merlín, estampa de 217 X 284 mm. Forma parte de la colección de obras de Valentín Carderera que se conserva en la Biblioteca Nacional de España. Coloreada mediante inteligencia artificial.

El marques de Serrano llegó un poco tarde, a pesar de su promesa. Desde mi primera ojeada noté que venía vestido con más esmero que lo ordinario. ¿Por qué?… Mamá y yo estábamos solas. Inquieta y sin saber casi por qué, le hice presente mi observación. Serrano me dijo con mucha sencillez:

—Es que cuando me retire de aquí voy a concluir la noche en el baile de la Duquesa de O….

Al oír esto, un sentimiento doloroso recorrió todas mis fibras y me hirió directamente en el corazón. No hablé una palabra, pero se me saltaron las lágrimas….

Mi madre lanzó una mirada rápida sobre mí, y nada más. Serrano estuvo poco tiempo y se despidió.

Entré en mi cuarto con el corazón desgarrado… La calma y el valor nunca me han faltado en las circunstancias más críticas. Combatida más de una vez por la suerte, he sabido sostener el choque y resignarme con ayuda de la razón; pero siempre me he encontrado indefensa contra los golpes dirigidos a mi alma o a mi delicadeza. Mi felicidad, a la manera de un vidrio frágil, se halla en las manos de las personas que yo amo, y el más ligero choque puede romperla en mil astillas.

Una tarde, después de comer, estaba Serrano tomando una taza de café sentado en un canapé enfrente de mí. Había muchos días que no me hablaba, sin que yo supiera el motivo. Me hallaba muy triste porque tenía noticia de que él debía salir el día siguiente, con otros varios jóvenes, a una partida de recreo, y que, tal vez, no volvería en dos días. Esta partida no era de mi aprobación, y él, ni lo ignoraba ni había querido renunciar a ella. Sin embargo, yo no quería tampoco que él se ausentara en aquel estado de indiferencia, que me lastimaba cruelmente.

Estábamos rodeados de varias personas que habían comido en casa de mi madre, y no me atrevía a acercarme a Serrano; pero como no se llegaba a hablarme me resolví a atravesar el salón, temerosa de verlo partir sin decirme adiós…. Apenas me vio dirigirme hacia él, cuando se levantó de su asiento: al moverse cayeron algunas gotas de café sobre sus dedos, y arreglando al mismo tiempo los puños de su camisa: —¡Qué gusto este! —dijo con una sonrisa desdeñosa y de fastidio, que el corazón de una mujer no puede perdonar…. Y fue a sentarse en el sitio que yo acababa de dejar. Se me anublaron los ojos, las mejillas me ardían, y la idea de no desposarme con él se presentó á mi espíritu.

La Condesa de Merlín interpretando el personaje de Norma, de Bellini, con el traje de su amiga la diva Giulia Grisi. Tomado de García–Lapuerta, A. (2014), quien agradece la cortesía de Jacques Mercier du Paty de Clam. Coloreado mediante inteligencia artificial.

Algunos días habían pasado, cuando una mañana fui llamada por mi madre con objeto de consultarme sobre el color de una berlina que me quería regalar. Me llegué a ella con el corazón recrecido de temor y de pesar. Movida de su bondad, tomé maquinalmente en mis manos las muestras que me presentaba, y al mismo tiempo de examinarlas, bajé la cabeza cuanto pude, para ocultarle mis lágrimas; pero estas caían gota a gota sobre la misma tablilla de los colores…. mi madre lo notó, y me miró por algunos instantes sin decir nada. Yo no veía sus ojos, sino más bien los sentía que me penetraban interiormente; pero permanecí inmóvil. Últimamente, con mucha dulzura volvió a tomar las muestras, diciéndome con aquella voz del corazón, tan propia de ella: “No te aflijas, todavía es tiempo”.

La ternura, la gratitud y aun el remordimiento, se apoderaron de mí, y casi inanimada caí en sus brazos.

En aquel mismo día pasó recado mi madre al marqués de Serrano, para que viniese a hablar con ella, y nuestro enlace quedó deshecho. Si se dio tanta prisa fue por temor de que un movimiento de debilidad me reconciliara con él. Serrano me escribió muchas veces, una gitana y su madre se encargaban de sus mensajes. El pretendió volver a verme sin la presencia de mi madre; pero todo había concluido entre nosotros, y si yo hubiera sido tan niña para darle oídos nuevamente; la imagen de mi madre estaba allí, y su corazón y su ascendiente, que yo desconocí una vez, habían vuelto a conquistar todos sus derechos.

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Nota

Se ha llevado a cabo una ligera edición del texto, sobre todo en cuanto a la actualización ortográfica.

Fuentes bibliográficos

Condesa de Merlín (1853). Memorias y recuerdos de la señora Condesa de Merlín. Imprenta de Antonio Ma. Dávila.

Condesa de Merlín (1838). Mis doce primeros años. Filadelfia.

García–Lapuerta, A. (2014). La Belle Créole: the Cuban countess who captivated Havana, Madrid, and Paris. Chicago Review Press.

Martín-Valdepeñas Yagüe, E. (2010). “Mis señoras traidoras”: las afrancesadas, una historia olvidada. HMiC: història moderna i contemporània, (8), 79-107. UNED. Recuperado de https://ddd.uab.cat/pub/hmic/16964403n8/16964403n8p79.pdf

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