La Habana de 1918 y el insistente espíritu de Manuela

Viajando por La Habana en nuestra defectuosa máquina del tiempo, se me ha pasado la última estación del siglo XIX y he llegado a principios del XX. Desciendo con cuidado del tranvía. De un lado a otro pasa mucha gente, casi toda bien vestida y animada. Escucho parte de lo que anuncia un vendedor de periódicos: más noticias sobre el fin de la guerra, el peligro bolchevique que amenaza desde Moscú, continúa la huelga en no sé qué gremio y un producto maravilloso de nombre impronunciable. Alcanzo a leer, en un ejemplar del Diario de la Marina, que estamos en diciembre de 1918. Es decir, acaba de terminar la Primera Guerra Mundial, y todos se ilusionan creyendo que la paz durará para siempre. La economía va muy bien, gracias al alto precio al que se cotiza el azúcar, pero yo sé que esto va a cambiar en pocos meses.

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Una ovación para el Marqués de la Pezuela, capitán general de Cuba entre 1853 y 1854

Respecto a la época colonial de la historia de Cuba, poco sabemos de los capitanes generales españoles, más allá del amplio poder que ejercían y del carácter despótico que se les atribuye a muchos de ellos, como a Miguel de Tacón o al tristemente célebre Leopoldo O’Donnell. Además, casi todos fueron señalados por corrupción, al considerarse que se beneficiaban de la trata clandestina de esclavos y de otros negocios turbios. Sin embargo, queremos referirnos a una figura que sería rechazada justo por lo contrario, Juan de la Pezuela, quien ocupó el cargo poco tiempo, entre diciembre de 1853 y octubre de 1854. 

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En broma y en serio, La Habana ante el inicio de la Guerra de los Diez Años (1868–1878)

En La Habana de los años de 1868 y 1869, los ánimos estaban muy caldeados. El 10 de octubre de 1868, estalló la guerra en Bayamo y otros territorios orientales, pronto secundados por Camagüey y Las Villas. El 22 de enero de 1869, hubo un incidente en el Teatro Villanueva de la capital, que provocó varios enfrentamientos a lo largo y ancho de la ciudad. En octubre de ese mismo año, el joven José Martí y otros compañeros tendrían una confrontación con ciertos voluntarios del Batallón de Ligeros, lo que más tarde los condujo a la cárcel.

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El narcisismo en la historia: un episodio que nos cuenta María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlín (1789–1852)

El término de “Narcisismo” comenzó a emplearse en el campo de la Psicología entre fines del siglo XIX y principios del XX. Actualmente, se encuentra muy en boga, sobre todo en el argot de las personas jóvenes y en el ámbito de las relaciones de pareja. En realidad, para calificar a alguien como narcisista, desde el punto de vista científico, se requeriría un diagnóstico psicológico. Aun así, resulta interesante constatar que en diferentes épocas, lugares y situaciones, ciertos hombres y mujeres han mostrado comportamientos que apuntan a este tipo de trastorno. Y lamentablemente otro(a)s han sido sus víctimas.

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La Condesa de Jaruco y la Condesa de Merlín: crónica de un acercamiento filial

Corría el año 1802 cuando María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, más tarde Condesa de Merlín, pisó por primera vez el Viejo Mundo. Tenía entonces trece años y atrás dejaba La Habana y los recuerdos de la infancia. A su madre, quien le aguardaba en Madrid, sólo la había visto con apenas unos meses de vida, por lo que no recordaba nada de su fisonomía ni su temperamento. Había sido criada con todo mimo por su bisabuela materna, Luisa Herrera, a quien estaba muy apegada. Su padre, Joaquín de Santa Cruz, Conde de Mopox y de Jaruco, algo más presente durante los últimos años en Cuba, la acompañaba en el viaje. Una vez que desembarcaron en Cádiz, concibió la idea de presentarla ante la madre junto con otras chiquillas de la misma edad, para que adivinara cuál era su hija. Sin embargo, al final no puso en práctica este inverosímil acertijo.

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Los amores de José Bonaparte con una aristócrata cubana: la Condesa de Mopox y de Jaruco

Entre las figuras de la alta sociedad española que se alinearon con el espurio reinado de José Bonaparte, se destacaron especialmente los cubanos María Teresa Montalvo, Condesa de Mopox y de Jaruco, y su tío Gonzalo O’Farrill. Este último era el Ministro de la Guerra que había nombrado Fernando VII tras la abdicación de su padre Carlos IV. La decisión del clan O’Farrill involucró también a María de las Mercedes, la hija mayor de la Condesa. A sus veinte años, contrajo matrimonio con el oficial francés Christophe Antoine Merlin. Tras recibir su marido el título de Conde, se convirtió en la Condesa de Merlín. En 1813, ante la inminente entrada de las tropas españoles en Madrid, ambos escaparon y se establecieron en París. Allí se integró rápidamente en la élite social y cultural, sobre todo por sus célebres tertulias y su actividad literaria.

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Una criolla de La Habana en la Corte del Rey Carlos IV: la Condesa de Mopox y de Jaruco

Mucho se ha escrito sobre María Teresa Montalvo y O’Farrill, Condesa de Mopox y de Jaruco, pero no todo ha estado respaldado por la verdad histórica. La habanera, nacida a principios de 1772, vivió la mayor parte de su existencia en la corte de Madrid, donde se relacionaba con las principales figuras de la época de Carlos IV. Se le han atribuido relaciones amorosas con Manuel Godoy, Francisco de Goya y tres de los hermanos Bonaparte, incluyendo al propio Napoleón, además de varios hijos extramatrimoniales.

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José Rufino Parra: amores y exilios en un país de esclavos

Cuando María Dolores veía al esclavo José Rufino Parra moverse por el traspatio, cargando una tinaja de agua o un fardo de provisiones, con el torso desnudo y sudoroso, sentía una secuencia de punzadas que bajaban y subían entre su pecho y su entrepierna. Su padre y su madrastra le habían pedido varias veces que dejara en paz al pobre negro. La madrastra tenía sus dudas, pero José Rafael de Zayas la consideraba sólo una niña juguetona, intentando llamar la atención. La prematura muerte de su primera esposa le había privado del afecto materno, y ahora le podían los celos, sobre todo desde que vino al mundo Rafaelito. Pronto, se decía, va a tomar consciencia de su posición social y a renegar de este capricho absurdo y momentáneo. Ya la veremos aficionarse a los bailes, a las galanterías de los salones, dejarse cortejar por algún señorito de su misma condición… Con suerte, se casará con uno de los sobrinos de Armenteros, o quién sabe si hasta con el hijo del Conde de Peñalver.

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Una esclava asesinada en La Habana

A pesar de que en el siglo XIX, la esclavitud en Cuba determinaba una rígida frontera social, el amor o el deseo muchas veces saltaban los diques de las conveniencias. Así, están documentados vínculos estrechos entre individuos blancos y esclavas que se encontraban a su servicio. Eran historias intensas, de celos, traiciones y venganzas. El destino de los protagonistas podía ser la cárcel, el exilio, el ostracismo social o incluso la muerte.

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José Ricardo Fresneda y la libertad de Cuba

A principios de octubre de 1850, varios periódicos españoles daban a conocer una triste noticia. En el Diario Constitucional de Palma de Mallorca, una sentida nota relataba lo siguiente: 

“SUICIDIO. La ciudad de Santiago de Compostela acaba de ser teatro de una de esas catástrofes tan comunes por desgracia en la época actual. Un jóven habanero confinado á ella por la autoridad de la isla de Cuba, acaba de levantarse la topa de los sesos de un pistoletozo. Dícese que cuatro dias antes anduvo despidiéndose de sus amigos, y comunicándoles que de un dia á otro se arrancaria la vida, palabras que todos tomaban como hijas de su carácter extravagante y calaveresco, sin que mereciese el mas pequeño crédito”.

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