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Por el amor de esa mujer… y por el destino de Cuba: José Antonio Saco contra Narciso López

A mediados del siglo XIX, existía en Cuba un creciente descontento con el gobierno español. Entre otras razones, ello estaba relacionado con la exclusión del país de las Cortes y del sistema constitucional, a fines de la década de 1830, así como las facultades omnímodas otorgadas a los capitanes generales. Ante esta realidad, se estaba gestando un movimiento separatista respecto a España, el cual contemplaba a su vez como alternativa la anexión de la Isla a los Estados Unidos.

La mayor parte de los cubanos residentes en ese país respaldaba dicha tendencia, si bien algunos se decantaban por medios pacíficos, sobre todo una compraventa. Es decir, deseaban que el gobierno de España le vendiese la Isla al de los Estados Unidos, como si se tratara de una mera posesión. Sin embargo, otro grupo, siendo también en gran medida anexionista, apostaba por llevar a cabo una invasión desde el exterior e iniciar así la lucha armada. El venezolano Narciso López era el líder de estos hombres que preferían la acción a la palabra, quienes desde 1848 fraguaban casi públicamente sus planes.

Escudo de armas propuesto para Cuba, mediados del siglo XIX, inspirado en los Estados Unidos

A su vez, otros cubanos creían que el destino de la Isla no debía estar tan estrechamente ligado al de los Estados Unidos, por el aquello de preservar la identidad cultural. Contemplaban también la posibilidad de gestar una nacionalidad propia, independiente, si bien rechazaban la violencia de un conflicto armado. Los partidarios de esta tendencia, aun posicionándose en contra del status quo, preferían abogar sólo por reformas políticas y administrativas. Que Cuba se mantuviera unida a España, al menos por el momento, antes que figurar como una estrella más de la Unión Americana. Y como representante de esta perspectiva tenemos a José Antonio Saco, quien residía en Europa, desterrado de la Isla. Desde allí se involucró en una exhaustiva polémica con los anexionistas, a través de diversos folletos y periódicos.

Hasta aquí, el contexto histórico es relativamente conocido… Pero lo que muchos ignoran es que en los entresijos de la política palpitaba una historia de amor, de celos y de traiciones. En realidad, la verdadera protagonista de nuestro relato debía ser una mujer, María de los Dolores Frías y Jacott, la hermana del Conde de Pozos Dulces… Sin embargo, casi no hay información sobre su vida. Quizás, su figura fue opacada por los grandes hombres que la rodeaban, o hubo particular empeño en no nombrarla, en destruir cualquier documento comprometedor, para evitar el escándalo.

Tres personas, evocando el triángulo amoroso de Narciso López, María de los Dolores Frías y José Antonio Saco

María de los Dolores Frías era la esposa de Narciso López, con quien había contraído matrimonio en la Parroquia de Guadalupe, en La Habana, el 17 de mayo de 1825. Tenían un hijo en común, también llamado Narciso. Sin embargo, a mediados de siglo, ella mantenía una relación con José Antonio Saco, discreta pero que de algún modo trascendió en medio de la polémica. Los bromistas de seguro reirían afirmando que Saquete –como lo llamaban sus amigos—, aunque no era anexionista, bien que se había “anexado” a la mujer de López.

A decir verdad, María de los Dolores Frías y Narciso López llevaban tiempo distanciados, al menos desde 1836, cuando ambos vivían en España. Él quiso reconciliarse con ella en 1840, pero a la postre el intento fracasó y la separación se hizo definitiva, si bien las leyes de entonces no contemplaban el divorcio. El venezolano, quien era militar de profesión, había desertado pronto de la vida conyugal para dedicarse a correrías ajenas al compromiso y al sacramento del matrimonio, lo que no le perdonó la Dolores. Más tarde, tuvo al menos dos hijos ilegítimos en Trinidad y Cienfuegos, llamadas Tomasa y Juana, respectivamente.

Haciéndole honor a su nombre, con un físico hercúleo, Narciso se había convertido en una suerte de ídolo fitness de la época. En una carta de 1843 dirigida a su hijo, quien se encontraba entonces educándose en Suiza, le pide en cierto modo que siga sus pasos: “Quiero saber como está tu salud, y el estado de tu desarrollo físico hasta el punto de que inventes el modo de hacerme conocer tu altura, y grueso, sin olvidarte de probar las fuerzas que tengas en pesos conocidos para que me digas hasta donde alcanzan”. Sin embargo, también le interesaba conocer lo que el chico aprendía y adelantaba, así como sus dibujos y composiciones de música, muestra de que no soslayaba la vida intelectual.

Narciso López en su juventud

Narciso López había nacido en Venezuela, el 29 de octubre de 1796, sólo unos meses antes que José Antonio Saco, quien vio la luz el 7 de mayo de 1797. Dolores, por su parte, vino al mundo casi una década después, el 25 de mayo de 1806. Pero no sólo ella tenía a sus espaldas una historia complicada. El propio Saco había estado casado, o aún lo estaba, al menos en la letra de los registros eclesiásticos. En 1816, se efectuó en Santiago de Cuba su matrimonio con una prima llamada Juana Cisneros Saco. Pero él no estuvo presente, pues en realidad había otorgado un poder notarial para que su cuñado, Hilario Cisneros Saco, sellara el enlace en su nombre.

Tres años después, al finalizar sus estudios de Derecho Civil en La Habana, en el Seminario San Carlos, exponía un trabajo en torno a la tesis de que los matrimonios por poderes no eran válidos legalmente. Lo más probable es que la familia lo hubiera presionado para dar este paso, quizás por haber tenido algún escarceo amoroso con la joven que traspasara los límites de la decencia. Lo cierto es que nunca volvió a Santiago de Cuba. Más de treinta años después, aún evitaba encontrarse con Hilario, a pesar de contar con todas las seguridades que ya lo había perdonado por el percance.

Si quieres saber cómo termina esta historia, haz clic en Por el amor de esa mujer… y por el destino de Cuba: José Antonio Saco contra Narciso López (continuación)

Fuentes bibliográficas / documentales

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Figarola–Caneda, N. (1920). Recuerdos del General Narciso López. Social, V(10), pp.22–24.

Himno patriótico cubano, a la memoria del General Narciso López (1898). Imp. A. Chaimbaud et Cia. Ejemplar digitalizado de la Biblioteca Nacional de Francia. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k855033c.r=Narciso%20Lopez?rk=21459;2

Llaverías, J. (Dir.) (1923). El sombrero del General Narciso Lopez. Boletín del Archivo Nacional, T.XXII. Imprenta La Filosofía, pp.172–173.

Monte, D. del (2002). Centón Epistolario, Vol.III. Imagen Contemporánea.

Nieto y Cortadellas, R. (1952). Ascendencia habanera del IV Conde de Pozos Dulces. Revista de la Biblioteca Nacional, III(3), pp.102–128.

Portell Vilá, H. (1930). Narciso López y su época. Cultural, S.A.

Rodríguez, J. I. (1900). Estudio histórico sobre el origen, desenvolvimiento y manifestaciones prácticas de la idea de la anexión de la Isla de Cuba á los Estados Unidos de América. La Propaganda Literaria.

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Saco, J. A. (2001–2006). Obras. Imagen Contemporánea.

Torres-Cuevas, E. (2018). En busca de la cubanidad, T.II. Editorial de Ciencias Sociales.

Pies de imágenes

1 – Emblema que figuraba en los documentos refrendados por Narciso López, como escudo de armas de Cuba, cuyos elementos gráficos reflejan las aspiraciones anexionistas. Publicado en The Illustrated London News (8 de junio de 1850), XVI(430), p.413.

2 – Imagen generada con i.a. en https://dreamina.capcut.com/

3 – Retrato de Narciso López que se conserva en la Biblioteca Nacional de España.

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