En la época a la que haremos referencia, en torno a la década de 1840, la imprenta en Cuba se encontraba sometida a una rígida censura. Esta situación se manifestaba sobre todo en el ámbito de la política, pero también intervenía la Iglesia Católica, que contaba con sus propios censores para velar por la pureza de la doctrina cristiana y el buen nombre del clero. Por ello, un escándalo eclesiástico como el que relataremos difícilmente hubiera figurado entonces en la prensa, sobre todo por la existencia de la denominada censura previa, que imponía la revisión exhaustiva de todo manuscrito antes de que pudiese ver la luz como impreso.
Por estas razones, ciertos hechos que eran entonces de dominio público han quedado en el olvido, como los protagonizados por Francisco Delgado y Martínez, quien llegó a ser Vicario General y Gobernador de la Archidiócesis de Santiago de Cuba, en ausencia del Arzobispo, Cirilo de Alameda y Brea. Francisco era un sacerdote español, pariente del propio Arzobispo, que se había establecido en la Isla en 1832. Tras la partida del Arzobispo por razones políticas, en 1837, quedó a cargo de la Arquidiócesis, no sin controversias con otras autoridades y figuras religiosas.

Un romance peligroso: Luisa Casard y el sacerdote
Varios legajos en el Archivo Histórico Nacional de España dan cuenta de sus andanzas y tropelías. Dio comienzo a las mismas seduciendo a una señora santiaguera llamada Luisa Casard de Jiraudi, viuda y madre de 13 hijos, con la cual mantuvo una larga relación que era vox populi. En realidad, tenía a la tal Luisa completamente engañada y sometida a su voluntad. De hecho, logró que la incauta señora otorgara un testamento a su favor, alegando como pretexto una falsa deuda. Además, en el propio documento notarial ella designaba a Francisco albacea y tutor de sus hijos más pequeños, al tiempo que desheredaba a algunos de los mayores, quienes reclamaron ante la justicia en 1839. Nueve de los trece jóvenes, al parecer varones, fueron expulsados de la casa materna.
Incluso otras figuras de la Iglesia, como el que también fuera gobernador de la arquidiócesis santiaguera, el sacerdote Juan Pacheco, albergaban fundadas sospechas de que Francisco Delgado y Martínez estaba planeando quitarle la vida a su “concubina”, para apropiarse definitivamente de sus bienes, pero de manera tal que alguno de los hijos fuese condenado por el homicidio. Aunque las autoridades eclesiásticas determinaron que Francisco debía romper sus relaciones con la viuda y radicarse fuera de Santiago de Cuba, se valió de ciertos ardides jurídicos para regresar y recuperar el Vicariato de la Arquidiócesis, en el contexto de la prolongada ausencia del Arzobispo y de una crisis en las relaciones entre la Corona Española y la Santa Sede, que no se solucionó hasta el Concordato de 1851.
El crimen que conmocionó a Santiago: el caso de Caridad Casard
El hecho más grave, sin embargo, tuvo lugar en 1848, cuando se le imputó a Francisco un delito de violación y estupro, cometido contra una de las hijas de Luisa, llamada Caridad Casard. La propia víctima, encontrándose embarazada a consecuencia del acto, señaló como responsable al Vicario de la Santa Iglesia. Relató que la había abordado mientras dormía, cubriéndole la boca para impedirle gritar, y sometiéndola por la fuerza, sin que tuviera medio alguno de defenderse.
Meses después, la jovencita hubo de ser rescatada por las autoridades, pues la madre la mantenía encerrada para evitar que diera su testimonio; mientras intentaban inculpar por la fecundación a un cuñado, esposo de su hermana Dolores Casard, llamado José Román Sabat. También se supo entonces que el sacerdote había intentado seducir con anterioridad a otra de las hijas de Luisa, nombrada Ana Casard, a quien la propia madre recluyó por varios años a instancias del susodicho. Aunque la violación de Caridad no se consideró probada, el tribunal apreció un probable acto de “fornicación sacrílega”, por lo que Francisco Delgado y Martínez fue condenado a abandonar el país y al pago de todas las costas judiciales.
La doble moral y el destino de las víctimas
Entre las circunstancias que perjudicaron a Caridad, se encontraba que su ética fue colocada en tela de juicio, por conocerse que tiempo atrás había sido sorprendida con un amante en su propio lecho. De acuerdo con las normas y la jurisprudencia de la época, primó el criterio de que “la violencia a mujeres tiene siempre la presunción en contra, y debe tenerla más respecto de una joven educada en una casa de inmoralidad”. La hipocresía y perversidad de un sacerdote, la doble moral de la época y la ceguera de una mala madre se conjuraron contra esta joven santiaguera, cuyo destino ignoramos. Sin embargo, al menos no tuvo que volver a la casa materna, pues los jueces decidieron que estaría mejor viviendo con otros parientes, si bien la propia Luisa, como progenitora, debía encargarse de su manutención.
En cuanto a Luisa, antes de conocer a Francisco Delgado y Martínez había estado casada con Honorato Francisco Giraudy, padre de sus trece hijos. Sin embargo, a pesar de las concepciones comunes sobre la época, no se apresuraron en contraer matrimonio, y sólo lo hicieron cuando ya Luisa había dado a luz a todos sus hijos, probablemente poco antes de la muerte de Honorato, quien solicitó la legitimación de los mismos. Era una mujer que contaba con recursos económicos, pues en 1851 poseía al menos cuarenta y dos esclavos, los cuales colocó a la venta. Madre prolífica, pero no amorosa, es posible que sus hijos nunca le perdonaran el daño y el desprecio del que fueron objeto.
Uno de ellos, Federico Giraudy y Cassard, se destacó más tarde como periodista y laborante por la independencia. Alcanzó el grado de Teniente Coronel del Ejército Libertador en la Guerra de los Diez Años. Tras el Pacto del Zanjón, se trasladó a Santo Domingo, actual República Dominicana, donde entabló una estrecha amistad con Máximo Gómez, colaborando a su vez con los preparativos de la Guerra de 1895.
Para concluir, hubo rumores de que las relaciones de Luisa con el sacerdote habían comenzado antes de la muerte de Giraudy, hecho que la propia Luisa había invocado pero con el objeto de aparentar que se trataba de una simple “amistad”. Aunque no sabemos si tenía algún nexo con esta familia, Emilio Bacardí relata en sus Crónicas sobre Santiago de Cuba un curioso incidente que bien pudiéramos asociar al señor Giraudy o a alguno de sus agraviados descendientes: “Sin tener fijo el año, hubo gran escándalo en la iglesia de Santo Tomás. Un señor de apellido Giraudy atraviesa la iglesia repleta de fieles, se llega al altar del sagrario y se acerca a la lámpara que cuelga en el centro, luz perpetua; enciende en la mecha un cigarro, se lo lleva a la boca y sale con él fumando irrespetuosamente”.

Fuentes bibliográficas / documentales
Bacardí Moreau, E. (1973). Crónicas de Santiago de Cuba (Vol.IV). Graf. Breogan.
Expediente sobre la causa seguida contra Francisco Delgado y Martínez, vicario general del Arzobispado de Santiago de Cuba y chantre de la iglesia metropolitana de dicha capital, por el delito de estupro en la persona de Caridad Cassard, y otros excesos (1849). Archivo Histórico Nacional /ES.28079.AHN/16//ULTRAMAR,1691,Exp.3), Madrid, España.
Fradera, J. M. y Schmidt-Nowara, C. (2013). Slavery and antislavery in Spain’s Atlantic empire. Berghahn Books.
Mialhe, F. (2010). La Isla de Cuba pintoresca (E. Cueto, Comp.; E. Torres-Cuevas, Dir.). [Edición facsimilar]. Biblioteca Nacional José Martí.
Ramírez García, R. y García Estrada, N. (comp.) (2005). Correspondencia José Martí – Máximo Gómez. Centro de Estudios Martianos.
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